sábado, 17 de noviembre de 2012

¿Y la ternura?


No sólo somos cerebro, también cuentan el corazón y el cuerpo. Nos atrevemos ahora a hablar de la sexualidad de la tercera edad. Primero porque mujeres y hombres, igualmente presumidos y atentos a su físico, suscita el deseo durante mucho más tiempo, y porque, en un ambiente general de relajación, los tabús se desmoronan. Se considera injusto y ridículo negar a una pareja de edad el intercambio sexual que le conviene.

No hay que dudar, por lo tanto, en hablar del tema si ello puede liberar a aquellos y aquellas que una rancia educación podría dejar privados de estos deleites y de este elemento nada despreciable para la solidez de la pareja, pasados los 60.
Las resistencias trasnochadas provienen a menudo del entorno. Hace poco me enteré de que una mujer de 40 años encontraba " vergonzoso" ( es su expresión) que su madre, viuda de 70 años, volviese a vivir la ilusión de un gran amor con un señor de 75.
Veamos una situación inédita. El jubilado no ha conocido en su ambiente de trabajo más que mujeres más bien jóvenes y casi siempre bien arregladas. Encontrase, a veces, al volver por la tarde a casa, con una esposa demasiado ocupada o demasiado cansada para ponerse guapa, era ya una cosa grave. pero lo es mucho más si ahora tiene que vivir con una mujer que se abandona. Nada mejor para deteriorar el deseo sexual e incluso la simple ternura y el amor. Lo mismo ocurre a la inversa: a la esposa le costará soportar día tras día a un hombre desaliñado.
Es una obligación del amor mimar el aseo y arreglo personal, para él o para ella. El amor nunca es una realidad que haya que dar por segura; después de haberlo construido lentamente y durante tiempo, es preciso seguir alimentándolo y mimándolo. La esposa animará al marido a estar siempre escrupulosamente limpio y, cuando sea necesario, elegante. Y, por su parte, él no olvidará de elogiar a su esposa: "¡Qué bien te cae ese vestido!" Es la manera masculina de decir: te quiero.
He aquí otra diferencia que será preciso suavizar. Las mujeres esperan de los esposos palabras tierna, caricias, un ramo de flores para el cumpleaños y, sobre todo, para el día de los enamorados. Los hombres, en cambio, son olvidadizos y pudorosos, pero antes de poner el grito en el cielo por una supuesta falta de ternura, la esposa hará bien en adquirir ese tercer oído del proverbio armenio: " Necesitamos tres oídos, dos en la cabeza y uno en el corazón".
Cuando su marido le diga secamente: "Déjame esa bolsa, es demasiado pesada para ti", ella comprenderá con el oído del corazón que tales palabras llevan más carga de ternura que muchos "¡Cariño!" distraídos.



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