viernes, 16 de noviembre de 2012

La cumbre.


Cuando se escala una montaña, el paisaje va desnudándose poco a poco y finalmente cuando uno llega a la cumbre no encuentra más que piedras y nieve; pero desde allí la vista es magnífica. Ya no se puede subir más, sólo para ir al cielo.
Lo mismo ocurre en la vejez. A lo largo de la vida hemos subido por cien caminos, a veces sinuosos, y poco a poco el paisaje se ha ido desnudando; los que mandaban, dirigían, protegían nuestra juventud desaparecieron unos tras otros; después nuestra juventud desaparecieron unos tras otros; después , los compañeros de la vida. Uno sigue avanzando y cada vez está más solo.

El que llega al a madurez termina como el alpinista en una cumbre pelada y cuando vuelve la vista contempla su vida extendida ante él como un paisaje.

Es la cumbre, pero también es el fin del hombre sobre la tierra. No hay otra manera de avanzar más que yendo al cielo. 

La vejez es una cima.
No hay muchos que lleguen a ella, la mayor parte caen en el camino; su vida no acabó, fue cortada. Podemos morir a cualquier edad. Tener una vida completa es uno de los mayores privilegios que uno puede tener.

En esta tierra el hombre debe llenar un ciclo que termina en la vejez; niño, adolescente, adulto, adulto mayor. Cada edad tiene su belleza pero la mayor es tenerlas todas.

Se saborea la flor de la vejez cuando se ha gustado la de la infancia, la de la adolescencia, la de la madurez.

Un adulto mayor hermoso ha comenzado por ser un niño hermoso y a lo largo de toda la vida el hombre prepara el viejo que va a ser.

Toda la vida no es más que una ascensión hacia la vejez. Una ascensión. La vejez no es un atolladero en el camino al que venimos a parar, es una cumbre a la que subimos. Comenzamos en las praderas de los valles entre flores y bosquecillos, ovejas, conejos y niños que ríen; después uno llega a una ladera y trepa por un camino que exige buenas pantorrillas, un pecho robusto, un corazón fuerte, una vista clara capaz de escoger la dirección. A menudo el esfuerzo es duro: pero al fin llegamos a una cima donde el aire es puro, los horizontes inmensos, y hay silencio.
La cumbre siniestra si no viniéramos atravesando frescos valles; pero la paz, el silencio, la pureza del aire y la inmensidad del horizonte nos alivian hasta tal punto que compensan todos los esfuerzos.

La belleza de la cumbre radica en eso, en que es una cumbre. Cuando pasamos por encima de los Alpes y vemos, allá a lo lejos, masas de rocas negras sembradas de manchas de nieve sentimos que algo en nuestro interior tiembla. La cumbre no es bella más que en cuanto cumbre; la vejez sólo en cuanto vejez. Toda la vida anterior la ha enriquecido embelleciéndola.

¡Todas las riquezas de la vida! Un paisaje que cambia a cada etapa, pues lo que ve un niño no es lo mismo que lo ve un adolescente ni un adulto. No tenemos necesidad de viajar muy lejos para poder contemplar horizontes nuevos. Solamente se aburren los que se encierran dentro de sí: es muy monótono el espectáculo de uno mismo.
Pero el que es capaz de abrir su espíritu mira el universo y lo encuentra por todas partes, porque está en todas partes.¡Maravilloso, recorrer todas las etapas de la vida y ser en cada edad lo que se debe ser! ¿No hay nada más triste que un joven que trata de ser viejo! El niño debe ser niño y el adulto, adulto. Debemos aceptarnos como somos.
La vejez corona la vida en todo el sentido de la palabra. El que muere antes de la vejez tiene una vida inacabada, le falta algo esencial.
Sin duda no lo esencial pura y simplemente. Lo esencial es la edad madura, la edad en la que el hombre realiza su tarea de hombre; la edad en que los padres tienen hijos y los educan, la edad en que el profesional llega a los más altos grados de su carrera. La infancia es una preparación, la vejez una conclusión, pero la vida no se completa hasta que no llega a su fin.
Lo mismo que el día se completa con la noche. La mañana es bella y la tarde también; pero lo más bellos de todo es que haya mañana, tarde y noche. Todo lo terminado es bello, pero sólo lo es en cuanto que está acabado. 
Lo que hay de más bello en la vejez es que no hay posibilidad de ser viejo sin haber sido joven. Todos los viejos han sido jóvenes; pero no todos los jóvenes han tenido el privilegio de llegar viejo. El viejo ha sido primero un bebé y nuestro mejor deseo para un bebé es que llegue a tener una vida completa, es decir que llegue a viejo.

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