sábado, 17 de noviembre de 2012

La libertad del adulto mayor.

Es necesario decir libertad?  ¿ es necesario decir serenidad o alegría o paz? No es una embriaguez sino una seguridad tranquila.
Lo mismo que el alpinista que huella la cumbre. Ha llegado a la meta, ha superado obstáculos y las dificultades. Ahora está allí, no tiene que ir más lejos, no tiene más que reposar y gozar del fruto de su esfuerzo.
¡Admirable libertad la de aquel que tiene su vida tras de sí! Y admirable seguridad la del que ha hecho lo que tenía que hacer, porque sin o lo ha logrado, ya no lo hará. El juego ha terminado: hay quienes ganan y quienes pierden, pero ninguno volverá a empezar; hay que aceptar la partida con todo lo hecho. 
Libertad: en los pocos años que aún nos quedan que pasar en la tierra podemos hacer lo que queramos. Nada limita la elección. Ya no tenemos responsabilidades, no corremos peligros. Estamos tranquilos.
La juventud tiene la ventaja del ímpetu, la actividad, el espíritu de empresa, pero no está segura de nada. Es capaz de emprender, pero puede fracasar.
La familia es un buen ejemplo de libertad para el adulto mayor. Cuando se llega a la edad de ser abuelo, se llega también a la edad de la indulgencia. Ya no somos responsables de la educación de los niños, ahora lo son los padres. Los abuelos son refugio. La mayor dificultad de los padres es que representan autoridad, que deben inculcar los principios y a la vez inspirar confianza.
El abuelo sólo tiene que inspirar confianza. El ejemplo familiar es la imagen de la vida; el adulto mayor puede dar consejos pero no mandar, puede no darlos si no se los piden,  puede ser juez imparcial porque ya no quiere nada de sí.

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