sábado, 17 de noviembre de 2012

El trabajo del adulto mayor.

La vejez plantea numerosos problemas de orden social, uno de los cuales es la remuneración y otro el de la ocupación del adulto mayor.
Este último problema presenta diferentes aspectos: la ocupación del adulto mayor puede tener diferentes aspectos: la ocupación puede tener por fin asegurarle un centro de interés o bien hacer que pueda rendir un servicio. El primer fin tiene por objeto el viejo mismo, el segundo la comunidad. Un adulto mayor puede ser guarda de museo y pasar horas enteras aburrido. Pero era necesario un guarda, porque si no había que cerrar el museo; y si no hace este papel el adulto mayor otro debería hacerlo...
Por otra parte, el número de personas de la tercera edad aumenta y cada vez están mejor conservados. Desde comienzos del siglo en nuestro país se ha duplicado el número de centenarios. La longevidad ha aumentado principalmente en las clases más humildes porque hoy están mejor alimentados y más calientes y más cuidados. La higiene se extiende y comienza ya en la primera infancia.
Por eso deberíamos llegar a la conclusión de que hay que trabajar hasta que se es más viejo. Sin embargo ocurre lo contrario... El mayor desenvolvimiento de las organizaciones sociales hace que se universalice el régimen de pensiones. Fijan la edad en que los hombres deben dejar de trabajar y hasta se les prohibe hacerlo después de esa edad.
A decir verdad, no se les prohibe trabajar si no solamente trabajar (ganando); pero vivimos en una sociedad de tal manera mercantilizada que no se concibe el trabajo si no es así.
Sin embargo sería erróneo creer que el trabajo remunerado es el único: sí que discute a propósito de él, pero hay otros. Ya señale el lugar que ocupan los abuelos en las familias y también los jubilados prestan otros muchos servicios gratuitamente. Por tanto el problema del trabajo del viejo es diferente del problema de su retribución.
Este trabajo gratuito del adulto mayor lo encontramos también en todos los escalones de la actividad social. Muy a menudo, en los medios intelectuales, los jubilados forman comisiones o se ocupan de actividades gratuitas en las que los hombres que están ocupados en ejercer su profesión no pueden entretenerse por falta de tiempo.
Los jubilados pueden emplear su ocio en trabajar más a gusto utilizando el tiempo que les sobra. Sin embargo hay muchos que se aburren, sobre todo hombres y sobre todo aquellos que han ejercido funciones más o menos importantes, que tuvieron la costumbre de mandar y que ahora con el retiro se han quedado sin súbditos.
Pero deben aceptarlo. Es una cuestión moral y hace falta humildad. Pero a la mayoría la vida no les ha preparado para la práctica de esta virtud.


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