viernes, 16 de noviembre de 2012

La oración del adulto mayor.

Señor, te agradezco el haberme dado una vida larga.
Porque la vida es el primero de los bienes que nos has dado y en él están contenidos los otros. Cuando se llega al término de la vida se la tiene como toda entera entre las manos.
Y yo te la ofrezco, señor, con el cortejo de alegrías y penas, de acciones buenas y e menos buenas, con los entusiasmos y las decepciones, con los que han acompañado mi vida, los que han desaparecido, con los que han sucedido, los que continúan-ahora acabé- y aquellos que llevan el peso del día que yo también llevé. Acabé y vengo a ti.
Gracias, señor, por dejarme unos años en la paz para poder estar frente a ti esperando que vengas a llevarme. Pienso en las abuelas que rodearon mi infancia desgranando su rosario y amando tiernamente a sus nietos.
Concédeme ser así, Dios mío, pues sé muy bien que a fin de cuentas sólo tu ayuda hará todo. Dame la pureza del anciano que no busca nada para sí y deja un recuerdo de paz.
Y yo miro hacia ti, señor. Tu venida es mi luz.

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