martes, 20 de noviembre de 2012

No permitas que te llamen viejo.



En la juventud, la belleza es un accidente de la naturaleza. 
En la vejez, es una obra de arte.
El arte de envejecer consiste en conservar alguna esperanza.
La madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible de cambiar.
Cuando envejecemos, la belleza se converte en cualidad interior.
Para lo profano, la tercera edad es invierno, para el sabio, es la estación de la cosecha.
En los ojos de los jóvenes vemos llamas, pero es en los ojos de los mayores donde vemos luz.
Viéndolo bien, no somos tan viejos, lo que pasa es que tenemos muchachas juventudes acumuladas.
Amamos las catedrales antiguas, los muebles antiguos, las monedas antiguas, las pinturas antiguas, y los libros viejos, pero nos hemos olvidado por completo del enorme valor moral y esperitual de los ancianos.
Hay que estar agradecidos de nuestra edad, pues la vejez es el precio de estar vivos.
Cuando ya se han cumplido 80 años -o estamos cercanos- o todo contemporáneo es nuestro amigo.

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